Chile: un estallido por la dignidad.
Nadie se lo vio venir. Nadie pensaba que podía suceder ni tenía una explicación plausible para los hechos que han sacudido a Chile en los últimos días. La protesta ciudadana, que derivó en actos de vandalismo y saqueo y que llevaron al gobierno del presidente de derecha Sebastián Piñera a decretar Estado de Emergencia y dictar toque de queda en las más importantes ciudades chilenas, no son señal de delincuencia ni de violentistas surgidos de la nada, son el resultado de políticas públicas que han forjado un país desigual y sin equidad de ningún tipo.
Vamos par parte. Chile lleva cuatro décadas de crecimiento económico que se refleja en un ingreso per cápita anual de 25.675 dólares, el más alto de Latinoamérica en los últimos años, sin que ello se refleje en el diario vivir de la mayoría de los chilenos, cuyos ingresos familiares mensuales bordean los 800 mil pesos chilenos (cerca de 1.100 euros) con lo que no se logra llegar a fin de mes.
A ello hay que sumar otros elementos. Por ejemplo la mala calidad de la educación, donde un estudiante obtiene su título profesional y queda endeudado de por vida o que con sus ingresos, con suerte, podrá adquirir una vivienda en los barrios periféricos de la ciudad, por el alto costo que han alcanzado las casas y departamentos.
Chile lleva cuatro décadas de crecimiento económico que se refleja en un ingreso per cápita anual de 25.675 dólares, el más alto de Latinoamérica, sin que ello se refleje en el diario vivir de la mayoría de los chilenos
Pero eso no es todo. En salud para obtener una hora en el sector público, las personas tienen que levantarse a las cinco de la mañana y esperar alcanzar un cupo para una atención que se realizará meses más tarde o incluso años. Así suma y sigue, pero esto no es solo en los estamentos sociales de menores ingresos. Esta es una protesta transversal, donde la clase media ha salido a expresar sus temores: malas pensiones, que han llevado al aumento de suicidios en matrimonios de la tercera edad, costo de vida cada vez más alto... Un litro de leche, a modo de ejemplo, vale cerca de un euro o un kilo de pan cerca de un euro cincuenta. Vivir en Chile hoy se puede definir de una sola forma: es caro.
Sigamos con el día a día. Para ir y volver del trabajo, en promedio, se necesitan tres horas, es decir, 12 horas y con ello se acaba el día. Súmese que, en la mayoría de los casos, este gasto implica cerca del 30% de los ingresos.
Políticos y empresarios
Este escenario, que se vislumbra de tras de las grandes y positivas cifras macroeconómicas y que todo el mundo alaba y engrandece el milagro chileno le llaman-, cubre otra serie de elementos que hacen entender este descontento y estallido social: los políticos y los empresarios.
Con los primeros de ellos, del lado y color que sean, se puede afirmar que perdieron todo contacto con el diario vivir de los chilenos. A modo de ejemplo, un diputado señaló que con sus ingresos, cerca de nueve millones de pesos (aproximadamente 11.320 euros mensuales) era casi un "indigente"; otro ejemplo: ante el alza del transporte, el ministro de economía, Juan Fontaine, recomendó a los trabajadores a levantarse aún más temprano porque la tarifa era menor y así ahorrarían, una burla. Pero no quedan ahí las muestras de desconexión con la realidad. Ante el alza del IPC, el mismo ministro de Hacienda, Felipe Larraín, comentó que había bajado el precio de las flores y que así los chilenos podían ser románticos y regalárselas a sus parejas, más aún, al día siguiente llegó al Congreso regalando flores, otro mal chiste.
En la salud, otro punto de muestra, el exsubsecretario de la cartera, afirmó que la gente iba a los consultorios a "hacer vida social". Por lo menos a él, su penoso comentario, le costó el puesto.
"Clases de ética" como castigo contra la corrupción
Pero eso no es todo, el mundo político durante años se financió de forma ilegal, errores les denominaron y no delitos, la pena más grande fue para un par de empresarios, amigos del presidente, que debieron asistir, lea bien, a clase de ética. Y no vale la pena seguir con ello, porque lo señalado demuestra la distancia entre el sector político y la realidad de la inmensa mayoría de los chilenos.
Sigamos con los empresarios. Durante los últimos años los casos de colusión se han multiplicado. Recordemos: farmacias, papel tissue y pañales, pollos, refrigeradores, navieras, supermercados, por solo nombrar a los más recientes y renombrados. Las pequeñas multas y compensaciones, como en el caso del papel tissue que cancelaron siete mil pesos (ocho euros) por chilenos, tras manejar el precio durante 11 años.
Frenazo a la creación de empresas
Eso es solo una muestra, porque desde que la dictadura privatizó las empresas estatales, se han creado pocas compañías líderes o innovadoras, con suerte un par de stars app, como el caso de Cornershop, pero que para crecer tuvo que obtener financiamiento externo porque entre los chilenos no hubo apoyo.
Además, frecuentemente, su mayor preocupación tiene que ver con sus privilegios. Se han opuesto de manera constante al incremento del salario mínimo, al aumento de impuestos (Chile es el país con peor distribución del ingreso de la región); a la modificación del sistema de pensiones o el de salud. Sus esfuerzos empresariales están concentrados en mantener el sistema, no en hacerlo más equitativo. Esos de equilibrar la cancha y que todos tengan igualdad de oportunidades para ellos no existe.
Así se podría continuar numerando las causas de este descontento que, en general, son de la misma naturaleza: violencia en contra de los chilenos, violencia en sus bajos sueldos, en su mal acceso a educación de calidad, sus pésimos niveles de atención de salud o su mala calidad de vida
Por ello, el estallido no tiene una solución simple, puesto que las cosas a cambiar no es solo el alza del transporte, son las condiciones de vida de los chilenos que el viernes 18 de octubre despertó y busca ser tratado con dignidad por una elite que no lo ha hecho durante décadas.
Fuente: www.eleconomistaamerica.cl Foto: www.rpp.pe